lunes, 5 de enero de 2015

La vida es sueño y los Reyes...¿qué son?

Calderón de la Barca hizo que Segismundo, uno de los protagonistas de "La vida es sueño" , en un monólogo dijera:
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.

La noche de reyes es una de las tradiciones que más admiro, respeto y conservo. Supongo que por todo lo que se asemeja a eso de "cumplir un sueño". Por eso también me vino a la cabeza el título de esta gran obra de la literatura española del siglo XVII.

Durante mi infancia, no existió Navidad sin Reyes. Se lo debo a mi madre. Ella era (es) la "reina" de los Reyes Magos. Por su creatividad, sus constantes detalles y por parecer ser la única persona en el mundo que sabía interpretar lo que querías sin ni siquiera habérselo manifestado. Esa era la magia. Adelantarse al deseo y tener preparado aquello que iba a robarte una sonrisa, inocente y siempre auténtica.

No hubo año en que no escribiera la carta. Primero se la entregaba a los "Reyes" que el fin de semana se ponían en el Mercado de San Antonio (hoy ya no es lo que era, lo han reformado de tal manera que no estoy segura de que conserve la esencia de un mercado de barrio, el de los de antes.. el de "22, 22", la dupla que entraba cantando en el "Un, dos, tres" de Chicho Ibáñez Serrador), después escribía otra tras haber paseado por los chiringuitos de la Gran Via, esos donde la noche del 5 de enero los padres rezagados podían comprar lo que faltaba. Reconozco que, lo que de verdad esperaba con más ganas era el momento en que le entregaba la carta a Melchor, Gaspar o Baltasar (me gustaba Baltasar pero recuerdo habérsela entregado también a los pajes de otros reyes). ¿Lo mejor? Ver por televisión la cabalgata que llegaba al puerto de Barcelona y que unas dos horas después pasaba por la calle Sepúlveda, lugar donde se desataban los sueños... y la ilusión. Esa que no perdí nunca aún habiendo descubierto el secreto.

Hoy, con 31 años y viviendo en Buenos Aires, con una media de 30° durante esta época del año, una ciudad sin tradición y en plenas vacaciones de verano, transmitir la magia a mis hijos de 9, 7, 5 y 3 años no está siendo fácil pero nada es imposible. Segura estoy de que no es lo mismo pero, yo pertenezco al grupo de quienes piensan que nunca hay que dejar de intentarlo. De hecho, yo la carta de los Reyes Magos, la sigo mandando. Este año, dice así:

Queridos Reyes Magos,
A estas alturas de mi vida hacer una retrospectiva de cómo me  he portado significa exponerme demasiado. Estaréis pensando a qué le temo. Yo tampoco lo sé. Supongo que al fracaso, a no ser quien en el fondo quiero ser. 
Quiero ser buena esposa, buena madre, buena amiga, buena periodista, buena vecina, buena hija, hermana, nieta, cuñada y vecina (últimamente mi vecina se queja de los ruidos de mis hijos, que están de vacaciones, y la tengo tocando el timbre de una manera más presente de lo habitual). Quiero ser la mejor versión de yo misma. No quiero dejar de ser auténtica y quiero ser una mujer comprometida: con mi familia, con mi ciudad, con mi país y con las causas sociales que me llenan el alma. Quiero que pasen los años y yo pueda seguir soñando. Quiero que la vida sea un sueño y que vosotros no dejéis nunca de ser Magos. 

Arantxa