lunes, 6 de junio de 2016

Cárceles convertidas en hogares para refugiados

¿Qué tienen en común Holanda e Irak? El nuevo uso que le dan a las cárceles.

Así es. El número de refugiados no para de crecer. Medio Oriente ve como sus países se desintegran y parece no poder hacer nada para evitarlo. La reubicación de la gente que pierde casa, familia, sueños e integridad es un problema ya no solo para Europa, donde se cuentan por millones, si no para el mundo entero.

Los refugiados no solo viven el drama de haberlo perdido todo si no el desafío de conocer un mundo totalmente nuevo, y tener que adaptarse. Muchos de ellos no entienden los  pormenores de la política, sin embargo,son moneda de cambio de la "gran" política exterior entre Oriente y Occidente.

Las ideas y búsqueda de soluciones para ayudarlos surgen de todos lados.

Familias que acogen a otras familias en sus propias casas. En Islandia por ejemplo, miles de ciudadanos se unieron a la iniciativa de un grupo de Facebook que nació con la idea de ofrecer asilo en casas particulares. Esta propuesta fue replicada en Barcelona, España, con la colaboración de ACNUR (Alto comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados). Los ciudadanos de a pie mostraron una especie de "voluntad popular" por querer ayudar y lo hicieron con gestos significativos dando el primer paso, ofreciendo su propia casa.


Existen asociaciones civiles que a través del deseo y el motor de personas con ganas de hacer algo, institucionalizaron la ayuda y realizan acciones concretas que cubren las miles de aristas dejadas al azar que existen cuando hablamos de "refugiados". En ese sentido comparto el ejemplo de MOAS: e barco - ambulancia que un matrimonio maltés tiene en las aguas del Mediterraneo para salvar a quienes anhelan llegar a la costa en pateras. O el Centro Cultural IDOMENI que Maisda Turki, una sirio-catalana, fue de voluntaria a este campo de refugiados en el la frontera entre Grecia y Macedonia y creó este centro para que el paso por este siniestro lugar sea más ameno para quien lo transita.

A nivel gubernamental además de los fondos que los Estados se comprometen a destinar para la acogida y  futura reinserción de estas personas, se desarrollan planes de contención, ubicación y formación. En este contexto es donde encontramos la decisión que tomaron algunas comunidades de los Paises Bajos y Suecia. Convirtieron cárceles que quedaron  en desuso por la disminución de la criminalidad en la zona, en grandes refugios para quienes necesitaban un techo bajo el que dormir. Es el caso de la cárcel De Koepel en la ciudad de Haarlem, Holanda.



La división de opiniones es un hecho. No son palacios, no son hoteles (aunque bien pudieran serlo como el Het Arresthuis de Roermond,  Holanda que nació en 1863 siendo una cárcel y cerró en 2007 para ser inaugurado como hotel de lujo dos años más tarde) pero son un lugar techado donde dormir, compartir nuestra experencia con otras personas en las mismas condiciones, un lugar donde aprender un nuevo idioma, volver a ejercer una profesión, estudiar por e-learning y recuperar, con muchísima fuerza de voluntad, la dignidad.