Enero y febrero son, en Argentina, las vacaciones de verano
escolares. Ya no es como antes, las calles de la ciudad no solo las colman los
turistas, hay algunos rezagados que prefieren veranear en otra temporada y niños que
asisten a colonias urbanas para entretenerse. El tránsito en las calles no
cesa. Los taxistas están contentos porque las temperaturas de 30 ° que tiene de
media el verano porteño, hacen que (aunque hayan aumentado las tarifas en los
últimos meses hasta un 20%) la gente suba ansiosa por el aire acondicionado que
ayuda a combatir el calor.
Vacaciones de niños, doble trabajo para los padres.
No
conozco una sola familia que no se haya lamentado de los benditos 3 meses sin
escolaridad. Exceptuando, claro está, las “acomodadas” que gozan de un campo,
de la casa en la playa o de la quinta en el country (así le llaman a los barrios cerrados con amenities) Ellos si son afortunados.
Haciendo honor a la verdad, en este momento me siento también yo
una afortunada. Viajo dos semanas (¿necesito aclarar que es por trabajo?) y
debo decir que siento haber empezado “unas mini vacaciones”. Sin niños ni responsabilidades hogareñas. Con
tiempo para colmar la agenda de actividades sin tener en cuenta a nadie más que
a mí. 15 días de entrega al mundo de los adultos, de la profesión y de los
proyectos. Días también de eterno agradecimiento al hombre que comparte mis
ilusiones, me apoya con su predisposición y hace que nuestros hijos sientan la ausencia como normal y no como
algo pendiente que después puedan reclamar.
Arranco en Ezeiza. Martes 3 de febrero, 12 pm. El check in online me ahorra una cola
interminable de pasajeros ansiosos que encima se preguntan por qué algunos sin
ser VIP pasan por el mostrador “liberado” solamente para la entrega de
equipajes. Señores, ¡¡Esta es la era del
online!!
La advertencia de la AFIP donde conviene declarar (para
evitar a la vuelta “entregar”) los aparatos electrónicos de menos de un año y
de gama alta, me recuerda el país en el que vivo. Lamento sentir que hago tan
pocas cosas para que pueda cambiar…
Gonzalo el único valiente que todavía no dimensiona el tiempo de ausencia
materna que le espera, nos acompaña al aeropuerto. El resto prefería quedarse
en casa. Dicen estar acostumbrados. ¡No sé si alegrarme o preocuparme! Supongo
que en el fondo, es una buena señal, no hay que tener culpa… lo importante es
que sepan que vuelvo y que los voy a extrañar.
Antes de despedirme, entran a la capilla para orar. ¿Qué
piden? ¿Que vuelva? ¿Que no me vaya?
Ya en el avión anuncian una hora de restraso. Y arranca una
especie de festival donde están los que quedan sentados, los que pasean
enfurecidos, los que se quejan sin reclamar… los que preguntan sandeces y los
que en definitiva, no saben esperar.
Me tocó un avión de los nuevos. Pantallas en cada asiento,
touch, mil películas para ver y un montón de música para escuchar. Puertos de 3
tipos para conectar los diferentes dispositivos electrónicos. ¡Hasta se puede
cargar el celular! Por fin en mis manos “El Niño” la película de Daniel Monzón
que cuenta con 16 nominaciones a los Premios Goya
(se celebran el próximo sábado 7 de febrero en Madrid) y que el 1 de febrero ganó
en Barcelona 7 Premios Gaudí. Película de acción, con denuncia social incluida
(no demasiado explícita) y no apta para castellano parlantes que no estén
acostumbrados a escuchar hablar en andaluz. Amigos argentinos, van ustedes a alucinar.
Me acordé de lo que me costó entender a Gasalla cuando lo fui a ver al teatro y
hablaba en lunfardo
(una especie de jerga que usan los delincuentes pero que es comúnmente aceptada y usada en términos coloquiales).
Cerveza Mahon y hojaldre con mousse de caramelo para
endulzar el largo viaje que de día eterniza la llegada al destino final.
Cubiertos de metal. Qué alegría no usar plástico al volar!!!
Vamos llegando y en
Madrid aterrizamos con un frío polar. Dos veces pasaporte y escáner.
Cómo están con la seguridad.. en el último zapatos, cinturón y chaqueta. "Todo fuera señores" gritaba (literalmente) una empleada del aeropuerto de un lado a otro ordenando la gente al pasar.
¿Aena WI FI? Imposible conectarse. Todavía hay e points (previo pago) disponibles para
usar. No entiendo… O soy muy gallega o de otro modo no me logro conectar sin
pagar!
Rumbo a Roma. Lista para trabajar. Hoy será un día largo (y
cansado) pero seguro que pensar en todo lo que me espera me va a recontra
motivar!
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